¿Nos han engañado todo este tiempo?
¿Hay algo más natural, puro, originario, incuestionable que la libertad? ¿Somos realmente libres?
Se nos ha dicho toda la vida que la libertad es un derecho. Las Naciones Unidas nos dice que "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona".
Antes de seguir, es importante aclarar la definición de la palabra libertad, pero aquí comienza la complejidad. La etimología de la palabra tiene múltiples orígenes y relaciones; la definición en sí se abre a muchas palabras relacionadas, como libertad, libres, de empresa, de religión, de fundamentos, entre otros. De hecho, la Real Academia Española tiene más de doce definiciones. Pero no hay problema, usaremos una definición general y popular:
Libertad: La facultad que tiene el hombre de obrar o no obrar, por la que es dueño de sus acciones.
R.A.E.
Y aquí regreso con la pregunta del inicio: ¿Somos realmente libres?
Desde que tuve uso de razón, entendí que debía seguir reglas. Me enseñaron de alguna forma lo que estaba bien y lo que estaba mal. Se me indicaba muchas veces qué debía hacer, cuándo jugar, cuándo comer, cuándo dormir. Luego de los mandatos naturales de mis padres, llegó mi adultez y ya nadie me mandaba. Yo era dueña de mis acciones, yo hacía, decía o no. Entonces, podemos suponer que mi libertad comenzó en mi adultez y debemos suponer que un niño no es libre. ¿Qué pasó con el derecho?
Cuando entendí, como adulta que vivía en sociedad, que mis decisiones podrían afectar a otros, entonces comencé a suponer que de adulta, tampoco era totalmente libre.
Cuando me enamoré y entendí que la responsabilidad afectiva existe más allá de los deseos, entonces comencé a suponer que en el amor no nos podemos considerar totalmente libres.
Cuando comencé a elegir una carrera de estudio, entonces entendí que las circunstancias que me rodeaban superaban mis deseos y que habían decisiones más inteligentes por tomar con respecto a mi futuro, aunque tampoco pude ser totalmente libre.
Cuando comencé a tener conciencia de mis relaciones personales, entendí que mis palabras y lo que muchas veces quería o necesitaba decir no tenían cabida y podían herir a otras personas. A veces hay que tomar decisiones por amor a otros que no son necesariamente las que siempre hubiera querido tomar. De nuevo, ¿dónde está mi derecho?
Puedo seguir comentando situaciones de mi vida donde he evidenciado que no soy totalmente libre. Porque no, no podemos hacer lo que nos da la gana porque vivimos en sociedad.
Un filósofo Francés, dijo lo siguiente:
El hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.
Jean-Paul Sartre.
Nos podemos sentir estafados, ¿verdad?, ¿Nos han engañado todo este tiempo?. Los discursos políticos, sociales, fraternales de libertad nos incitan a volar, a pensar, a decir, a sentir, a actuar bajo nuestra naturaleza y deseos, a ser nosotros mismos, a suponer que nadie debe opinar ni sentirse aludido por nuestras libertades, porque somos libres por derecho. El punto es que no lo somos, estamos condenados.
Esto no importa, no es un mensaje desesperanzador, porque no tenemos por qué asumir algo que no existe. El ser humano no es libre completamente, no mientras viva en sociedad y esto hay que dejarlo muy claro, hay que tenerlo muy claro.
Mientras vivamos en sociedad, todas nuestras acciones siempre tendrán repercusión en otros, en nuestras familias, en nuestras mascotas, en nuestros hijos, parejas, amigos, incluso en el clima. Inclusive nuestras decisiones pueden tener repercusión en personas que jamás lleguemos a conocer.
Rescato de nuevo la definición de la palabra:
La facultad que tiene el hombre de obrar o no obrar, por la que es dueño de sus acciones.
Creemos que somos libres, libres de decidir, creemos que es nuestro derecho natural, creemos que podemos hacer lo que queremos, sentir lo que queremos, decir lo que queremos, creer en lo que queremos, pero nunca se nos olvide que esa libertad nos ata a ser dueños y responsables de esas decisiones, que cada sentimiento u opinión impacta en otros, porque somos los únicos animales en la tierra con la conciencia de libertad, porque somos los únicos en esta tierra que nos asumimos por naturaleza y por derecho esa libertad, pero es tan grande y compleja la palabra que la definición es certera, la limita, la misma definición la priva de libertad, atándola a la otra gran palabra: responsabilidad.
Los que somos afortunados en esta vida de no estar privados de nuestra libertad física, debemos asumir nuestra condena eterna. Debemos asumir que no hay libertad sin responsabilidad, que "tus derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás", que no nos han engañado todo este tiempo, pero nosotros preferimos vivir engañados, pensando que continuamente nos podemos valer de la "libertad" para hacer lo que nos viene en gana.
Sin duda debemos luchar para que todos socialmente tengamos el derecho de decidir, de creer, de amar, de elegir nuestras acciones, que nuestras leyes estén escritas para esto, que las mismas incluyan los castigos necesarios para aquellos que sobrepasan las libertades de otros, siempre, siempre dejando claro que cada quien debe cargar con la responsabilidad de esa libertad otorgada que a pocos les ha costado ganar, para muchos.