¿Treinta años?... y contando.
Hace dos años cumplí 30 años, es decir, este post llego tarde porque este año cumpliré 32. Tarde como sentí que era tarde para muchas cosas, para tener hijos, para mi estabilidad económica, para mis proyectos, para solucionar mi metabolismo, en fin, me di cuenta de que ya tenía la edad que tenían las mujeres, que yo les decía señora cuando tenía 15.
¿Que si me sentí mal? Por supuesto que sí.
Pero yo me sentía joven en ese entonces, es decir, me siento joven.
Siento que mi cuerpo está en el mejor momento si decidiera tener hijos, ahorita o dentro de dos años. Siento que mi metabolismo se ajusta a mis hábitos, que afortunadamente a esta edad han mejorado conscientemente, porque tengo más herramientas y más sabiduría. Siento que soy más realista con mis metas económicas, disfruto mucho más mi dinero y encontré un balance entre eso y los ahorros, cosa que no podía a mis 20, solo pensaba en ahorrar. Siento que mis proyectos son ahora más coherentes, más fieles a mis pasiones y mi esencia. Siento que mis 30 son los mejores años hasta ahora.
Crecí en una sociedad donde siempre era tarde para mí, siempre era tarde para graduarme, siempre era tarde para conseguir empleo, siempre era tarde para conseguir novio o casarse, siempre era tarde para tener hijos. ¡Incluso! Dentro de mi familia me solían decir a modo de chiste que yo me quedaría para vestir santos. Cuando cumplí 30 no niego que sentí esa presión, esa presión absurda y anticuada que hoy desmantelo, no acepto y no se la heredaré a nadie.
Hoy me siento tan bien conmigo misma, con mi cuerpo, con mis años, con mis recuerdos, amo cumplir años, me entusiasma el futuro, me divierto y me equivoco sabiendo que la responsabilidad es solo mía, que no me importa quien me juzgue, porque he llegado victoriosa a mis 30.